30 de septiembre en el Calendario Anglicano Hispánico.

JUAN PÉREZ DE PINEDA. REFORMADOR. (1500-1567)

Natural de Montilla, Córdoba. En su ciudad cursó las primeras letras, teniendo como primer dato el año 1520 cuando tomó las ordenes sagradas entrando al servicio del emperador Carlos, como clérigo y como miembro de la Secretaria de la Cancillería con destino ante la Santa Sede. En lo eclesiástico tuvo al menos las rentas de prior de una Iglesia en Osma, Soria en 1526.

Estuvo presente en el Saqueo de Roma el 6 de mayo de 1527. Se cree que acompañaba a Alfonso de Valdés,(1490-1532), Secretario Imperial, y que influyo ante el ánimo del papa Clemente VII,(1478-1534), para que redactara una carta que portaba Alfonso en la que bajo amenaza de excomunión, se prohibía perseguir a Erasmo y que se juzgaran mal sus escritos.

Esta defensa podríamos decir, hizo posible hasta 1530, no se frenaran y se persiguieran los postulados erasmistas en universidades como la de Alcalá de Henares, o el Colegio de Santa María de Jesús de Sevilla. Se le supone que fue doctorado en Bolonia, durante su estancia en Italia.

A su vuelta a Sevilla, después de 1527, ocupo el puesto de Director del Colegio de la Doctrina de los Niños, aquí entró en contacto con los erasmistas y con los heterodoxos sevillanos, en especial con Juan Gil y con el Doctor Egidio, los más brillantes oradores eclesiásticos sevillanos.

Poco después de la toma de posesión del nuevo arzobispo de Sevilla e inquisidor General de España, Fernando de Valdés y Salas, (1483-1568), entre los años 1546-1548, Juan Pérez de Pineda, huyo de la ciudad, y se refugió en Paris, donde el teólogo calvinista Juan Morillo, (+1555), lo acogió en su casa.

En Paris comenzó a traducir al castellano el Nuevo Testamento, que imprimió con posible falso ex libris en Venecia durante el año 1556: “El Testamento de Nuestro Señor  y Salvador Jesucristo. Nueva y fielmente traducido del original griego en romance castellano”, y que había sido terminado en Ginebra a finales de 1555, donde se encontraba Juan viviendo. La obra estaba dedicada a Cristo y contenía un exhortación a Felipe II, (1527-1598), para que durante su reinado, defendiera y propagara la fe cristiana.

En Ginebra publicó, un “Catecismo”, en castellano, una edición del “Comentario a los Romanos” de Juan de Valdés y una traducción de los “Salmos” al castellano. Todos estos libros fueron llevados por Julián Hernández a Sevilla en 1557 y que tras su captura, supondría la represión de los reformados.

En 1557, se encontró probablemente en Ginebra con todos los monjes huidos del monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo de Santiponce, Sevilla. Debido a su compromiso con los calvinistas de Ginebra, Juan Pérez fue elevado en 1588 a un alto cargo en la Iglesia Calvinista de Frankfurt, donde permaneció durante dos años.

En 1559, ante la masiva llegada de huidos de la inquisición española, volvió a Ginebra, y se convirtió en su guía espiritual. Durante estos años desarrolló una gran labor traduciendo y publicando textos muy notables y organizando la traducción de la Biblia con un fondo económico organizado en la ciudad de Frankfurt.

En enero de 1562, se publico el edicto de libertad de culto en Francia, y Juan Pérez fue citado como ministro de la comunidad de Blois, en el Loira Francés, entre Orleans y Tours. Esta libertad, solo duró un año, recortándose los derechos nuevamente con  la firma del Tratado de Amboise, (marzo de 1563), por lo que la vida de Juan se complica.

En 1566, fue reclamado como capellán  por la duquesa de Ferrara, convencida hugonote, o René de Francia, (1510-1575), como también era conocida. En esta época estuvo acompañado por Antonio del Corro, (1527-1591) donde sería valorado y protegido.

A finales de 1566, Juan Pérez de Pineda dejó la Corte de Renata en Montargis, Francia y se estableció en Paris, desde donde siguió supervisando las impresiones en curso, aquí siguió en una estrecha relación con la duquesa Renata y con Antonio del Corro. Juan Pérez era ya un anciano y poco después en octubre de de 1568, será Antonio del Corro quien certificaría su muerte y se haría cargo de de sus últimas voluntades.

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